martes, 18 de mayo de 2010

EL DESPERTAR DE LA DEHESA


Tras las abundantes lluvias del último e interminable invierno y, cuando al amparo de las altas presiones el sol por fin ha logrado imponerse para subyugar al imperio de las nubes y las borrascas, el campo, saturado de tanta agua, se la ha sacudido de encima y, asomado a la primavera, ha comenzado un nuevo renacer abriéndose plenamente a la vida.

Atrás quedaron aquellos días de precipitaciones continuas, que hicieron que nuestros ríos bajaran tan crecidos que nunca antes se habían visto así, y ahora la primavera se impone llena de colorido.

Las dehesas de Sierra Morena, como no podía ser de otro modo, han estallado de color y presentan ese tono morado caracterÌstico que les otorga la presencia casi omnipresente de la viborera. Rojos, violetas, blancos, amarillos, etc., se extienden por encinares y alcornocales para pintar un paisaje de tal cromatismo, que ni la más ilustre de las paletas podría imaginar.
La hierba crece sin descanso y el ganado pasta inmerso en un mar de color compuesto por millones de flores.

Cuesta trabajo creer que este espectacular paisaje de luz y color se sumirá dentro de poco, cuando con la llegada del verano la vegetación herbácea haya cumplido su ciclo, en un campo yermo, seco, casi estéril y monocromático, donde el color pajizo-amarillento del pasto seco se convierte en tonalidad dominante, y todo ello debido a la influencia determinante de las estaciones en los ecosistemas mediterráneos.
A partir de aquí, habrá que esperar todo un año para asistir de nuevo al espectáculo.